El Sirviente de Ernesto Baca se revela a su vez como un film tan diferente de los otros que integran esta sección como de la obra previa del propio director, con el cual comparte solo su carácter experimental. En lo profundo del conurbano bonaerense, Baca, encuentra una familia Hare Krishna y va desplegando un retrato del padre, Jiva, y de toda la comunidad, con sus ritos y ceremonias. La pantalla permanentemente dividida, que supondría una dispersión o disociación, tiende con su uso sostenido a provocar el efecto contrario: el de la concentración. El film se convierte así en una suerte de mantra, en una oración hipnótica hecha de una serie de planos, no muy diferentes entre si que –como las silabas del maha mantra -parecen aspirar al mismo objetivo de Jiva: la purificación de la mente.
Luciano Monteagudo
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